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Al ritmo del Cadillac fundido

Celso Jaque suele tener una costumbre cada vez que convoca a sus funcionarios para lo que se conoce como las habituales reuniones de gabinete: diligente y acomedido, una vez que todos sus ministros y secretarios ya se han sentado en sus sillas, toma una canasta con sus manos y recoge uno a uno los teléfonos celulares de los asistentes al encuentro, los apaga o pide que lo hagan antes y los echa adentro.

Celso Jaque suele tener una costumbre cada vez que convoca a sus funcionarios para lo que se conoce como las habituales reuniones de gabinete: diligente y acomedido, una vez que todos sus ministros y secretarios ya se han sentado en sus sillas, toma una canasta con sus manos y recoge uno a uno los teléfonos celulares de los asistentes al encuentro, los apaga o pide que lo hagan antes y los echa adentro.

Una vez terminada la reunión, cada funcionario se dirige a la canastita que descansa en un rincón para encontrarse con su aparatito. Algunos de los ministros han optado por identificar el celular –la mayoría son similares– con algún elemento distintivo, tales como una calcomanía del equipo de fútbol del que es hincha, una marca particular o algo por el estilo y salen rápidamente. En el último encuentro, Jaque estuvo a un tris de tirarle por la cabeza el contenido de la canasta a uno de sus secretarios de Estado, con rango de ministro, a quien culpa de haber alimentado el morbo periodístico por el incómodo affaire alrededor de la contratación de los Cadillacs, en febrero de este año.

El escándalo demoró lo que iba a ser la aparición en público de un cambio de rumbo en el gobierno, con el fin de reencaminarse hacia los últimos dos años de gestión, con alguna esperanza cierta de salvar la ropa que les queda puesta, armando una nueva corriente dentro del peronismo para hacer frente al 2011 y con Jaque como insignia, como el estandarte de la movida.

El caso de los Cadillacs postergó todo. Pero también, se animan dentro del Palacio, “pudo hacernos ver quién banca lo que queda de este peronismo gobernante, quién está con nosotros y quién se fue definitivamente”. Como estrategia de defensa ante el embate investigativo, ante tanto asunto desprolijo, es defender que no hubo nada ilegal y que todo responde a una decisión política del gobernador de hacer trascender la provincia de la mano de acontecimientos de relevancia.

Así lo hizo, sostienen, en Malargüe, cuando fue su intendente y autorizaba la llegada de espectáculos y figuras que ni siquiera pasaban por Mendoza. Una decisión política, claro está. Es la única salida, la menos tóxica, para tanto despropósito y aristas dudosas. Mientras se diseñaba la estrategia de defensa, varias fueron las críticas al secretario de Estado, a quien cuestionan por haber sacado los pies del plato y no bancar una medida de gobierno, permitiendo que el caso llegara a los medios y se difundiera tanto ante una muestra de debilidad del propio Gobierno. Ese funcionario será uno de los que se quedará afuera del golpe político que prepara Jaque para rearmarse dentro del peronismo y dar pelea interna, si es necesario.

El Gobierno se esperanza en salir rápidamente del fabuloso entuerto del momento con las menores heridas posibles, sabiendo que quedará golpeado. Pero es tanta la decrepitud que los ha invadido luego del resultado electoral que se dan aliento entre sí, pensando que más bajo no se puede caer y que, cuando se ha tocado fondo –como creen– no queda otra cosa que comenzar a subir. Sin duda que con algo del gen justicialista cuentan, al convencerse de que pueden armar algo en medio de tanta desolación. Pero allí están.

Jaque está dispuesto a trabajar en dos frentes: uno con la gestión como baluarte y otro puramente político, hacia adentro del peronismo, para enfrentar a los azules y otras líneas que puedan surgir, como la del sanrafaelino Omar Félix, que podría comenzar a mostrarse ayudado por el combustible que le pueda acercar, gentilmente, José Luis Manzano. El Chupete o Cototo, como todavía se lo recuerda en su querido Tupungato, está dispuesto a apostar fuertemente en la arena política, por lo que habría tomado la decisión de estimular a Félix, entre sus movidas dentro del peronismo, mientras que, por afuera, estaría ensayando “Manzano 2011”, dando cuerpo a un soñado proyecto personal para Mendoza, con Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires y Julio Cobos encaramado en la candidatura a la presidencia nacional.

En ese contexto, el oficialismo jaquista o que todavía le es fiel ya tiene gente trabajando en varios departamentos, identificando referentes y militancia para lo que sería la fuerza territorial que le serviría para tomar el control del peronismo provincial. La aventura cuenta con el apoyo de los integrantes del gabinete, la fuerza joven representada por Pérez, Adaro, Ciurca, López Puelles (a quien quieren introducirlo en las lides políticas) y hasta el rebelde Guillermo Carmona. También ha sumado a cinco intendentes, de los diez que tiene el peronismo y a un puñado de sindicatos que no siguieron ni avalaron las críticas de quien se erigía en el líder del sindicalismo mendocino al frente de una de las CGT, Roberto Picco.

El diagnóstico del jaquismo se resume en que, luego del cataclismo electoral, todo el peronismo fue hundido y que muchos mitos se cayeron, como ese que indicaba que la imagen de los intendentes alcanzaría para ganar frente a la mala de Jaque.
Por eso, desde el seno del poder, el gobernador avanza con entusiasmo notable en el nuevo camino que está diseñando, esperanzado en ahuyentar los demonios. Mañana anuncia el plan de ajuste y utilizará el fin de semana para preparar su encuentro con Cristina Fernández y el lunes podría dar otro golpe vinculado con los servicios públicos, un cambio de rumbo, un golpe lo suficientemente fuerte como para, dicen, recuperar la iniciativa, la agenda y, por sobre todo, la autoridad.

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