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Locos, están jugando con fuego

Todo está fuera de control, desmadrado. La política mendocina ha ingresado por un túnel con dirección hacia abajo, como en un tobogán y a una velocidad desenfrenada. No se piensa, no se analiza, no se prevé. Y la gobernabilidad de esta provincia es la primera que se verá en problemas; y la sociedad, en particular los menos oídos, los más afectados.


Todo está fuera de control, desmadrado. La política mendocina ha ingresado por un túnel con dirección hacia abajo, como en un tobogán y a una velocidad desenfrenada. No se piensa, no se analiza, no se prevé. Y la gobernabilidad de esta provincia es la primera que se verá en problemas; y la sociedad, en particular los menos oídos, los más afectados.

¿Qué está pasando? Pasa que el grado de irresponsabilidad y de ceguera es tan alto, que muy pocos parecen percibir que la provincia está siendo conducida hacia un abismo. Se está corriendo un alto riesgo institucional, y cuando se ponen en juego valores tan altos en una suerte de ruleta rusa que existe en todos los ámbitos, el peligro es mayúsculo. Y alguien tiene que rescatarla, alguien tiene que pensar, alguien tiene que reflexionar y terminar con la locura.

El primer responsable de esa sensación de inestabilidad que muchos ya están percibiendo ha sido, sin dudas, el propio gobierno. Incapaz y ciega, la administración de Celso Jaque no percibió que, luego de la derrota electoral, debía convocar a un acuerdo amplio para sentar bases sólidas y objetivas, inviolables, para llegar a diciembre del 2011. Por el contrario, las líneas internas de un peronismo sin líder se desbandaron y se prepararon para culparse por el baño de realidad que de manera brutal le dieron las urnas.

La cripta gubernamental del cuarto piso miró a los intendentes con mucho más desdén del que les había demostrado hasta el 28 de junio y ellos, por su lado, al quedar aún más excluidos de las decisiones y espacios trascendentes, y conscientes que lo que creían podían arrastrar en su favor no fue tan importante como suponían, se refugiaron sin más en sus comunas con la firme intención de buscar salvarse solos de acá a dos años. Todos contra todos. A tal punto que, cuando estalló el escándalo de los Cadillacs, acorralando a un gobierno sin reflejos y desprolijo, todos miraron para otro lado sin capacidad para sostener, ni siquiera bancar, una decisión política de gobierno, como se la ha querido presentar. Hicieron todo mal.

La marginalidad con la que se movió frente a la estructura partidaria, la desconfianza como estilo y norma que fue imponiendo desde el vamos y hasta cierta actitud de profundo rencor que destiló hacia aquellos que no lo habían acompañado, le provocó a Jaque esta cosecha de pestes que lo está tapando.

Pero la oposición también es corresponsable de semejante estado de cosas en la provincia. Al moverse como un cardumen de tiburones asesinos, hambrientos, que han olido sangre cerca y van por ella, enceguecidos, no han hecho más que agudizar un estado de beligerancia y de posible no retorno en la decrepitud institucional. La oposición ha sitiado de tal manera la arena política provincial que le es imposible ver que lo que buscaba ya lo logró el 28 de junio, consiguiendo una autopista que la depositará en la gobernación a fines del 2011, que sólo podría hacer peligrar una catástrofe hoy impensada, inimaginable. Pero actuando así ellos lo pueden hacer posible.

Sin freno, y en ese contexto desbocado, el cobismo hasta impulsa juicios políticos contra sus dos objetivos más preciados (Cazabán y el propio Jaque), demostrando una sorprendente miopía y error de cálculo frente a lo que posiblemente herede al fin de esta administración, hipotecando el terreno en donde se podría asentar luego de destronar al peronismo.

Ha faltado, evidentemente, inteligencia, razón y un cálculo preciso de todo lo que se ha puesto en juego.

El nivel de virulencia política también contagió al Poder Judicial, para que sus más conspicuos representantes aprovecharan la volada para que en medio del desconcierto y desbande, volvieran a resistir uno de los pocos acuerdos que este gobierno parecía haber cerrado bien: el de la renovación judicial acompañado por una reforma amplia. Ante una administración débil y sin oxígeno, el Judicial se ha vuelto a plantar con muchas posibilidades de que la modificación al régimen de antigüedad del que gozan actualmente los magistrados –uno de los privilegios sectoriales más recalcitrantes y odiosos– no se lleve adelante. La política y sus miserias lo ha permitido.

De seguir esta tendencia, los próximos dos años son inviables para todo, de no mediar una acción que revierta este momento, que permita un impasse, una tregua, para definir puntos básicos que preserven y sustenten la gobernabilidad mínima de lo que resta de la gestión. Lo contrario sería buscar la asfixia total de un gobierno que, ante esa situación, debería irse antes de tiempo. O se busca eso quizás, y hay algunos que no nos hemos dado cuenta.

Si Jaque no lo hizo, porque no quiso o no pudo o porque no lo vio, es el arco opositor el que tiene que buscar un acuerdo de gobernabilidad con el gobierno. En ese terreno, plantear los grandes temas, incluso aquellos que tanto preocupan a algunos líderes del cobosrradicalismo, como el reparto de cargos de trascendencia que deberán ser cubiertos en esta administración, como el del fiscal de Estado, el de algunos ministros de la Corte y del Tribunal de Cuentas y hasta de varias docenas de jueces que podrían optar por irse.

La buena inteligencia de la gestión de Jaque podría haberse demostrado en estos aspectos compartiendo esa discusión y la decisión. Pero, evidentemente, careció de esa visión trascendente, la que fue cegada también por la voracidad, la misma de la que está haciendo gala la oposición.

Se impone, lejos, un encuentro, un pacto real y transparente, de cara a todo el mundo, con bases que permitan darle previsibilidad institucional a la provincia y no esta imagen de espanto que se ha instalado.

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