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El lunes, la misma historia

Es una mala noticia enterarnos, como lo debemos hacer aunque nos cueste encontrarnos con esa realidad, que un triunfo del Frente Cívico o del justicialismo o de los demócratas no cambiará el rumbo que tienen las cosas en Mendoza desde hace muchos años atrás.

Qué otro escenario más que un plato de ñoquis para el lunes 29 al mediodía. Ningún otro.
Luego del domingo, ni a Mendoza ni al país le pasarán nada y, en todo caso, ¿es esto último una buena noticia para el país y para nuestra provincia? Debería serlo, sin dudas, frente al cúmulo de visiones agoreras que algunos candidatos, protagonistas de la campaña electoral, se empeñaron en transmitir en sus comienzos, cuando se decía que si no se imponía uno o el otro, el caos se apoderaba del territorio. Nada de eso ocurrirá, desde ya. Pero que no pase nada es, en cierta medida, una mala noticia para el futuro de la provincia.
Es que el fenómeno electoral en el que estamos inmersos nos ha mostrado lo mismo en distintos envases. Los productos sólo cambiaron el envoltorio, la caja en la que se presentaron, invirtieron en el packaging para diferenciarse. Apostaron a lo más vistoso, o a lo calmo y previsible, y hasta se mostraron cancheros, con giros y guiños a un público determinado. Pero es una mala noticia enterarnos, como lo debemos hacer aunque nos cueste encontrarnos con esa realidad, que un triunfo del Frente Cívico o del justicialismo o de los demócratas no cambiará el rumbo que tienen las cosas en Mendoza desde hace muchos años atrás. En el país tampoco, hay que decirlo.
La política seguirá vacía y ausente como ha estado, porque ninguno de los candidatos de los partidos tradicionales parece tener el perfil y la altura necesaria como para hacerle producir un giro a la situación. Claro que al no estar en juego un cambio de gobierno, quizás pedir o reclamar que luego de una legislativa como la de este domingo se produzcan fenómenos excepcionales que hagan estremecer positivamente a la provincia, suene exagerado. No se trata de eso tampoco. Sin embargo, en la agenda de temas que nos mostraron los seis principales candidatos de los partidos tradicionales faltó la visión estratégica sobre temas estructurales que deben ser abordados en algún momento.
El nuevo Congreso que alumbrará el resultado electoral debe tener sí o sí la capacidad de plantearse discusiones a fondo sobre el uso de la energía, la minería, el agro, la industria, es decir, sobre el futuro y el rol del país ahora y para dentro de diez o quince años, pero desde lo estratégico, y darse, quizás, el debate para alumbrar a quién o quiénes deberán liderar esos objetivos cuando se extinga el kirchnerismo, un proceso que ya se inició con la llegada de Cristina al poder y que podría acelerarse según el resultado de estas elecciones. Ese líder, ¿saldrá del grupo que forman Scioli, De Narváez, Reutemann, Cobos? Y en caso de que sea así, ¿son realmente ellos los capacitados para encabezar el proceso? Veamos. ¿El peronismo del postkirchnerismo alumbrará a un líder con esa visión y convicción, con la fuerza necesaria para calmar la voracidad que el propio movimiento tiene por el poder de caja, por el poder de influencia, por el poder de lobby, por el poder económico pero no tanto por ese tipo de poder que requieren las transformaciones que alguna vez tuvo, en sus orígenes?
Es una incógnita, en realidad. Si lo que viene después de los Kirchner, a la vista del 2011, está dentro de lo que el peronismo puede mostrar, el futuro es incierto y casi desalentador. De Narváez es peronismo también, por eso de que el peronismo se ha jactado de ser tan amplio y acogedor que allí conviven todos los que se dicen peronistas y nadie se los cuestiona. De Narváez es una cara de ese peronismo también, de ahí que el movimiento debe darse una nueva discusión y redefinir objetivos y perfil.
Tampoco la oposición a nivel nacional pareciera estar en condiciones de tomar esa brasa incandescente. En realidad, es un riesgo y un desafío, y también invertir años en estudios, programas, en el descubrimiento de proyectos que no darán ningún tipo de rédito en términos políticos como los que hoy se buscan. Ahí está Cobos. Un fenómeno de los medios, casi un producto de la fantasmática social argentina del momento, dicho en términos psicológicos, pero igual de real como de imaginario.
Cuánto de todos los desafíos urgentes a los que necesita hacer frente el país, como este de parir un plan estratégico sobre su lugar en América latina y en el mundo, puede surgir de un político como el mendocino, a quien literalmente le construyeron poder a su alrededor y quien lo hizo, esencialmente el establishment de la UCR, lo hizo aparentemente utilizando su figura para acceder, aunque más no sea, a la posibilidad de pelear por un lugar expectante desde donde saltar al poder real. Cobos tiene esa posibilidad encabezando la UCR. Pero hay que salir del microclima creado en Mendoza, en donde todo se muestra teñido por el frente que encabeza, ante un oficialismo de capa caída y dueño de un sinfín de errores y
desaciertos, para darse cuenta con claridad de que a esta alternativa opositora puede costarle llegar más de lo que se piensa. Hay que observar Buenos Aires, en donde se concentra 40 por ciento del volumen electoral del país. Es allí en donde tiene que ganar Cobos, es allí en donde tiene que caminar, es allí en donde ya debería haber empezado a construir y tejer el poder que necesita para acceder a la primera magistratura. El radicalismo, cuando accedió, lo hizo en circunstancias muy especiales del país. Tomando los últimos años: Alfonsín fue el hombre que la sociedad seleccionó para salir de la dictadura. Y Alfonsín era el hombre. De la Rúa fue el elegido en una circunstancia en la que la sociedad necesitaba volver a creer en la decencia luego del desastre provocado por el menemismo. De la Rúa no respondió, resultó ser el fiasco que los pibes de hoy devenidos en adultos mañana sólo reconocerán como el triste personaje de una programa de humor de la televisión.
El postkirchnerismo demanda un escenario particular para volver a crecer, para administrar los golpes de la crisis mundial, para hacerle frente al desempleo, al ingreso equitativo, a un nuevo esquema o sistema que cambie de plano la forma de redistribuir la renta petrolera vigente desde los 90, la renta del sector agropecuario y un perfil de país que priorice sus industrias y las proteja. ¿Será Cobos el elegido? Y, en ese caso, ¿podrá?
El pueblo hablará, y comenzará a hacerlo este domingo.

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