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Después del 2007, ¿alguien puede arriesgar el resultado?

En una semana, los mendocinos volveremos a cultivar civilidad y a ejercer ciudadanía en todo sentido. Y cada uno sentirá que tiene en sus manos buena parte del futuro provincial en varios aspectos, tantos como los sueños, las vivencias y las expectativas del electorado.
Debería ser así.


Toda elección debe servir para extraer algo positivo, para tomar colectivamente, de ser posible, el néctar virtuoso que le permita a la sociedad nutrirse de lo bueno, de lo productivo, de las ideas justas y necesarias que nos lleven al crecimiento en todo sentido. Una vez cada dos años estamos frente a ese escenario.
Y en una semana, los mendocinos volveremos a cultivar civilidad y a ejercer ciudadanía en todo sentido. Y cada uno sentirá que tiene en sus manos buena parte del futuro provincial en varios aspectos, tantos como los sueños, las vivencias y las expectativas del electorado.
Debería ser así.
El problema es que la dirigencia política no lo ha entendido. La política tradicional leyó -como casi siempre ocurrió-, equivocadamente el momento, y por ende actuó en consecuencia. Al revés de lo sucedido en Buenos Aires y Capital Federal, en donde aparecieron los candidatos denominados "testimoniales", porque no asumirán las bancas en caso de imponerse, candidatos alimentados por el kirchnerismo, en Mendoza alumbramos los candidatos "virtuales": meros personajes deslucidos que optaron ser por otro u otros y no por sí mismos.
En realidad, el papel de figurantes que les cupo a los candidatos del oficialismo y del cobosrradicalismo sucedió por una razón y cuestión fundamental: ninguno pudo superar el protagónico que la misma gente les ordenó cumplir tanto a Celso Jaque como a Julio Cobos, los excluyentes hombres políticos del momento en la política mendocina. Y otro motivo, importante también, fue que ninguno de los contendientes quiso sobreponerse al lugar que les tocó en suerte. O quizás fueron elegidos sabiendo que no lo harían, lo que es más preocupante, por lo que viene.
Ambos políticos pusieron en juego todo su potencial pero en condiciones muy diferentes. A Jaque, por ejemplo, le tocó bailar con la indeseada de la fiesta, por mérito propio, pero también por una coyuntura que se empecinó en hacerle la vida imposible desde el vamos mismo de la gestión, en un hecho histórico que nunca se había dado en contra de un gobernante con tanta virulencia. La falta de luna de miel y los errores del comienzo, luego del sacudón de aquella promesa incumplida, signaron su futuro: cuesta arriba sin descanso portando una cruz demasiado pesada.
Cobos, como contrapartida, se vio en el mejor de los mundos: un escenario ideal, opositor por conveniencia personal, portador de una imagen sorprendentemente alta y viéndose seguro ganador del examen del 28, puso en juego la posibilidad de su candidatura presidencial siendo el mimado y casi estandarte del no oficialismo argentino, que ve en él la llave de entrada al fin del hegemonismo del matrimonio K.
Ambos se juegan, entonces, todo lo que hoy tienen. Jaque, de salir derrotado, es muy posible que deje de pertenecer al olimpo kirchnerista y ese sería el castigo postelectoral. Asunto que quizás, de concretarse, pueda transformarse en un hecho positivo, una especie de luz al final del túnel, la que podría hallar si reconsidera el rumbo. Tiene con qué hacerlo, a dos años y fracción de dejar el poder. Eso sí, las aguas se dividirían entre aquellos interesados en continuar en el poder para transformar y los que, como ahora, sólo pretenden permanecer en el manejo de la caja. Los dos bandos, esos dos estilos, están claramente identificados en el gobierno del malargüino.
Cobos, sin embargo, con todo para ganar, puede perderlo todo. Lo que tiene y lo que puede llegar a tener. Convencido de que debe triunfar en su provincia, aunque sea por un voto, el vicepresidente se concentró definitivamente en Mendoza. Sus socios nacionales le reclamaron en las últimas horas más atención, como lo hizo Elisa Carrió, que llegó a chicanearlo a través de los medios para que se permitiera sacar una foto con los candidatos del acuerdo cívico bonaerense.
Ambos utilizaron todas las armas a su disposición para esta contienda. Aunque a Jaque no se le permitió caminar con sus candidatos, igualmente virtuales como los de la oposición más fuerte, porque se entendió que la mala imagen que lo persigue como a su sombra misma, podría llegar a perjudicar las expectativas de los intendentes Adolfo Bermejo y Omar Félix. Esa directiva hasta parece que se engendró en Buenos Aires, en los despachos más cercanos a la presidenta Cristina Fernández y a los del ex presidente Néstor Kirchner. Y Jaque sucumbió, aunque nadie le impidió salir a intentar salvar algo de la ropa con un raid de inauguraciones que se extienden durante todo el fin de semana. Es que si pierden las elecciones, desde el oficialismo mirarán al malargüino como el responsable del derrumbe, a su imagen y a su gestión. Pero en caso de ganar, nadie le sacará el derecho de mostrarse como uno de los padres legítimos de la supuesta victoria, tan sorprendente como lo fue su acceso al poder, en octubre del 2007.

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