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Peras al olmo no, pero...

Ni Jaque, ni Cobos, ni ninguno de los candidatos de hoy a legisladores nacionales y que seguramente aspirarán en dos años más a la gobernación o a la presidencia, nos salvarán de nuestros problemas y angustias del momento. En absoluto. Algo que es tan claro, sin embargo, no estaría nada mal hacérselos saber a ellos por si las dudas. No vaya a ser que alguien se crea un mesías o algo así y que eso le de derecho a no hablar de nada, como muchos lo están haciendo. Por favor.

En épocas electorales todos los ánimos se crispan. El de los candidatos, desde ya; el de sus partidos que los avalan; el de los dirigentes políticos expectantes que sin ser candidatos ven jugarse todo su futuro según el resultado. La paraonia reina y las visiones conspirativas están a la orden del día. Ahora bien, veintiséis años de democracia ininterrumpida en el país nos debería haber dado algo de madurez política, en especial a quienes se desgañitan por afirmar que después del 28 de junio todo el mapa electoral cambiará, que el país tomará otro rumbo y hasta que todo se derrumbará. Pero nada de eso ocurrirá. Es imposible que suceda tremendo impacto, cualquiera sea el resultado.

El punto que parece desvelarnos es la capacidad de los candidatos y la incertidumbre que nos transmiten sobre su desempeño una vez electos para lo que se postulan. La carencia de una estrategia basada en propuestas, en temas de debate. La falta de agendas cargadas de asuntos estratégicos nos desespera y la intelectualidad se toma de los pelos en los cafés frente a la decrepitud que reflejan los integrantes del menú.

La mayoría de edad democrática nos tendría que haber puesto en claro ya que no es un problema de los candidatos eso que a nosotros nos parece, con razón hay que decirlo, que les falta. El problema es de la sociedad, entendida también para lamento de muchos como una entelequia, una referencia obligada cada vez que hay que buscar o detectar demandas.  La sociedad es todo lo que somos, con tremendas desigualdades, con una brecha entre pobres y ricos que si no se ha expandido al menos continúa inmóvil desde aquellas mejoras sustanciales registradas en el ingreso ciudadano que se logró con el crecimiento del país hasta un par de años atrás. La sociedad está formada, a su vez, por las contradicciones típicas y esos rasgos hipócritas tan comunes entre sus individuos; también por una inclinación natural al olvido, a la memoria frágil y caracterizado por un desapego por los intereses colectivos notable.

Buena parte de la sociedad mendocina –algunos sondeos dirán que es el 50 por ciento– no se ha interesado por los comicios que se vienen. Y la pregunta es: ¿por qué debería ser grave? o, ¿por qué razón súper especial la gente debería estar ocupada y sólo concentrada en la elección legislativa, cuando hay otros temas a los que les da prioridad? y, en definitiva ¿sale alguien, del menú de candidatos, favorecido por la falta de interés y de apego ciudadano por cuestiones que se ocurren supuestamente tan cruciales?
Los candidatos con más chances, tanto del oficialismo como quienes se les oponen, no mueven ninguna aguja por sí por varias razones, como la falta de conocimiento que hay de ellos y la escasa voluntad que demuestran por hacerse conocer y por discutir. Pero en especial a la gente parece no interesarles lo que digan o lo que dejen de hacer, porque no logran interesarlos. Y es obvio, pero no dramático. No es dramático porque el pueblo logrará de a poco ir depurando las listas de los mismos partidos porque deberá depurar a si mismo su lista de prioridades, de valores, de urgencias. La sociedad, sin duda, tiene que ir en ese rumbo porque de lo contrario se suicidaría y los pueblos, ya se dijo profusamente durante los aciagos días de la crisis del 2001-2002, no se suicidan, sino que evolucionan.

Por otro lado, lo que aparece como obvio: los candidatos no interesan porque ninguno de ellos está hablando –y es poco probable que lo hagan– de lo que tendrían que hablar. A ver, ¿por qué nadie habla de seguridad, por caso? La problemática se transformó en tabú luego de la durísima condena que recibió Celso Jaque con aquella promesa no cumplida de bajar el 30 por ciento el nivel de delitos. Entonces, nadie toca el tema, por las dudas. No lo hacen por respeto ante las sobredimensionadas expectativas que puedan generar al meterse en ese terreno movedizo y traicionero. No. No lo hacen porque no hay ideas de lo que hay que hacer. Sólo voluntad, como la que tenía Jaque en el 2007 y como la tienen todos quienes hoy se postulan a alguna banca. Quién puede dudar de eso.

Pero tampoco nadie se ha puesto a trabajar en cómo salir de la encerrona a la que van los adolescentes sin alternativa para desempeñarse en el campo laboral por falta de horizontes; no se conoce ningún plan para evitar desde los primeros años de la escuela primaria las tendencias que apuntan a alimentar perfiles de abusadores sexuales, o de violadores y reducir el centenar de denuncias que día tras día se reciben en la Policía o en la línea 102 sobre esa problemática. La estrategia de los candidatos es la caminata, la salida a los barrios y, de lo posible, sólo con fotógrafos y camarógrafos, nada de periodistas insidiosos que les pregunten sobre lo que hicieron en el pasado o lo que van a hacer en el futuro. La campaña, y no hay que rasgarse las vestiduras por ello, discurre entonces en los medios eléctrónicos pero sólo como canal de fotos, eslóganes e imágenes, no de dichos, ni debates porque no existen, ya está dicho.

Pero de a poco, los candidatos deberán ser mejores. Y debe ser la misma sociedad la que dé los primeros pasos para mejorar los partidos, exigirles más compromiso y no hacerles la vida tan fácil. Tampoco se trata de un que se vayan todos, porque si algo tenemos de extravagante es que cuando parecemos explotar, como lo hicimos en la crisis que derivó en la caída de De la Rúa, vamos por todo para que ese todo mute en otras formas, en otras figuras, sin que cambie nada sustancial y nos engañemos por el maquillaje.

Ni Jaque, ni Cobos, ni ninguno de los candidatos de hoy a legisladores nacionales y que seguramente aspirarán en dos años más a la gobernación o a la presidencia, nos salvarán de nuestros problemas y angustias del momento. En absoluto. Algo que es tan claro, sin embargo, no estaría nada mal hacérselos saber a ellos por si las dudas. No vaya a ser que alguien se crea un mesías o algo así y que eso le de derecho a no hablar de nada, como muchos lo están haciendo. Por favor.

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